
La Plaza ha sido centro de las múltiples actividades propias de la plaza principal de cualquier pueblo:
El primero de cada mes se celebraban las llamadas ferias, donde se podían adquirir artículos de alimentación, prendas de vestir, pequeños animales como gatos, gallinas, etc. Cabe destacar las pulperas (calderas de cobre instaladas en el centro de la plaza donde se había elaborado el sabroso pulpo a la gallega destinado al consumo de los feriantes.)

El 15 de mayo y el 15 de septiembre se celebraban las llamadas ferias de año, de las mismas características que las expuestas anteriormente.
Antiguamente, cada primero de mayo, el pueblo amanecía con un gran chopo plantado en la plaza: el Mayo, que cedido por el ayuntamiento a los mozos, era cortado y transportado por ellos de madrugada, desde su emplazamiento original hasta la plaza donde permanecería quince días expuesto. Pasado ese tiempo, se subastaba entre los vecinos, obteniendo así los mozos, financiación para una juerga.
También hay en la plaza un testigo presencial del paso del tiempo que tal vez debería ser tratada de monumento: la farola, kilómetro cero del pueblo.
El Ayuntamiento, que sirve para lo que sirve un ayuntamiento, es tambien un lugar para la celebración del ya tradicional vermouth que se ofrece a los vecinos el día de la fiesta, amenizado con la música de la dulzaina y el tamboril.

Pocos lugares del pueblo han tenido más variada utilidad que la era.
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Foto: Serafín Prada |
En ella se separaba el trigo de la paja con ayuda del trillo, todo un tio-vivo verdaderamente interactivo en el que más de un rapaz soñó estar conduciendo las cuadrigas de un circo romano.
Al final del verano, el paisaje de parvas se tornaba más despejado para terminar convertido en campo de fútbol y pista de baile, antes de que éste fuera trasladado a la plaza.
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